viernes, 26 de marzo de 2010

Natasha y el Oso

Cuando llegué a la Puerta del Sol de Madrid todo me resultó un poco familiar. Pensé que esto se debía en parte a la alegre señora que me recibió nada más apearme del taxi y que me vendió un manojito de una planta medicinal escasísima por aquí y de sorprendentes propiedades medicinales, entre ellas la estimulación sensual y sexy. Creo que hice un buen negocio al pagar 20 leuros por la plantita ésta, que creo recordar se llamaba Gomero o algo así.

Bueno, el caso es que esta mujerota, la herboristera, se me antojaba muy parecida a mi amiga Natasha, aquella que vino a canturrear en mi disco aquel en cuya portada salgo inflao de botox. Vamos, era casi igual, pero con 20 años más y 20 kilos menos. Jejeje -me reía yo solo para mis adentros- que cantúa estaba Natasha, qué orondita, no veas cómo zampaba en los cáterings de los sitios donde fuimos a hacer playbacks.
Me acuerdo ahora especialmente de una vez que fuímos a una televisión de España a grabar un playbackazo de esos que a mí me gusta, porque miro a la camara con ojitos entornados y pose sexy y le arreaba guiños a Natasha para poner caldeado el ambiente sin preocuparme de a qué tecla le arreo. El tipo que mandaba en el asunto iba de un lado para otro vestido con smoking y pajarita y gritando con su voz nasal a guionistas, regidores y camarógrafos. Se le veía bastante repelente. Minutos antes de grabar pasó por nuestro camerino y allí estábamos Natasha tomando unos Donetes para afinar la voz -¿y para qué?, decía yo, si es playback- y yo dándome unos retoques en mi cabellera más cortita de lo habitual. Este hombre se presentó allí con una especie de títere, por cuyo ojete llevaba introducido su brazo, que simulaba ser un lugareño de esos que se dedican al asunto de la vendimia, con su boina calada y un buen entrecejo peludo. Pero lo más flipante es que no era el hortera de la pajarita el que hablaba, sino el muñeco engorrillao.

- ¡Ay qué connntennnto estoyy, Xanmixé -fonéticamente literal- de que vengas a mi pograma! ¡Venga, venga, que ya vais a estar saliendo, y no sus retraséis que m'enfado!

Yo entonces flipaba, mirando dónde habían colocado la cámara oculta, pero según me soplaron más tarde el tipo es que es así mismamente y suerte tuvimos, me aseguraron, que viniera con el guante del cateto con boina y no con una especie de niñardo travestido y maquillado, que entonces sí es pesado de verdad. En fin, el playback nos quedó bien fino, sin muchos primeros planos de Natasha que le sale cara de angustiada cuando canta, y la gente que estaba allí aplaudió mucho y lo pasó del carajo pipa.

Pues ese detalle, el de Natasha y la herboristera, es el que pienso que me dejaba una sensación familiar andurreando por la Puerta del Sol. Aunque más tarde, pasando por una calle cercana, me topé con un hotelazo donde pasé una noche que vine de promoción, por eso me sonaba todo un poco, de haber estado antes allí. Por entonces tenía contratillo con Warner, que habían planeado muy bien una campaña para colarme en el rollo discotequero. Normal, siendo yo la base inspiradora de medio universo dance y además con mi fachada de jovenzuelo sexy y sensual los de Warner lo vieron claro.
Y la cosa habría salido bien si no fuera por el tema del dinero. Siempre el vil metal por medio. Me contaron que no calcularon bien del todo los costes, y entre unos anuncios en TV patrocinando un programa sobre brujas y el tremendísimo facturón que les encajaron los del hotel aquél (le faltaba fachada para pegar todas las estrellas que tenía; estaba bien bueno pero de verdad), sumado a que no se vendieron muchos discos de aquel mío donde salían dos muñequitos tó calentorros, derivó en que me dieran el finiquito y la puerta. Pero yo se que eso son solo excusas, porque el Cd se vendió tela de bien, que me lo dijo un reponedor de un Jarrefour de París, donde la gente se los llevaba de 20 en 20... Bueno, al menos uno lo hizo así.

Paseaba yo por aquella plaza, mirando la estatua que tienen allí -que debe ser de Botero, pinta tiene- de un oso arreándole fino a un arbolito. Y fue como una inspiración instantánea. Lo ví clarísimo: La portada de mi próximo disco tenía que ser algo así, mostrando una mala bestia mosquedada zarandeando un árbol cuya copa sería el planeta tierra. Todo así, muy en plan Granger, con tonazos pastel y un fondo a base de aerógrafo. Incluso de cada jalón que le daba al árbol-planeta el oso caerían desprendidas calaveritas, lo cual quedaría muy chulo en una edición en CD con portada en 3D. Ya se me ocurren mogollón de títulos para este disco, que saldrá a la venta en Diciembre y será doble: "Osogene"... O quizás mejor "Equinoso", aunque en inglés quedaría bordado de esta manera: "Magnetic Bears". Oh, sí ese será su título...

En esos pensamientos andaba yo cuando me percaté que alguien me estaba observando. A pocos metros de mí, mirando a través del hueco de la entrepierna del oso, y sin disimular su interés, había un joven que no me quitaba ojo. Vestía un jersey a rayas rojas y negras y su cara se parecía a la de mi compadre Juver en los tiempos en los que yo le iba colando canciones y haciéndole discos. Me aleje de allí echando la vista atrás a cada dos pasos, y efectivamente como me temía me estaba siguiendo. Apreté el paso, cosa que él hizo también, en el momento que me disponía a atravesar una calle. No me percaté del coche que circulaba por ella hasta escuchar el frenazo. Por poco me atropella. El conductor me dedicó unos buenos improperios que no me molesté en traducir, habida cuenta de su declarado mosqueo, pero entonces me di cuenta que se trataba de un taxista, así que de un salto entré en su coche y le espeté la dirección de mi hotel arengándole en francés a que se diera toda la prisa posible.

Fue un segundo antes de salir disparado que el chico que me perseguí pegó su cara al cristal de mi ventana. Llevaba algo en su mano, parecía un CD, pero no pude fijarme en nada más. El taxi lo dejó atrás mientras lo perdía de vista entre la gente.

Me habían encontrado...

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