jueves, 25 de marzo de 2010

Cambios

Mi habito de trabajar de noche en el estudio, todo rodeado de lucecicas, tocando un rato el teclado, jugando un par de partidas al Buscaminas y pegándome una escapadita a la nevera para catar el mouse de chocolate que tan bien me sale, favorece que me despierte tarde y sin haber desconectado del todo de mis obligaciones laborales. Es por eso que todas las mañanas me recreo estirándome en la cama y pensando en nuevos conciertos, en nuevas metas tecnológicas, en sacar nuevos discos a cascoporro...


A veces creo que con tanto imaginar se me va la pelota, y como además me gusta darle a la sin-hueso pues la cago anunciando ante la prensa recitales en Central Park (esto es ya recurrente; lo vengo haciendo desde tiempos de La Concorde), colaboraciones con aquellos germanos tan siesos o comprometiéndome a sacar dos o tres discos en el año. Hace algunos años se me fue la mano del todo y dije a un tío de France 2 que iba a tocar en Verano en un festival italiano. Yo había leído algo sobre éste en una revista y como ese día no tenía mucho que contar pues me salió esa trola. El caso es que en dos días se vendieron un trillón de entradas y ya todos mis fans empezaron a correr el bulo sobre mi inclusión en el cartel festivalero y ya no hubo quien parara el asunto. Incluso me llamó un tal Bancatti (un nombre que suena a leuros, por cierto) agradeciéndome mi interés en actuar allí, un sitio todo desolado donde Cristo perdió la alpargata. Yo me jiñé un poco, pero mi manager, que es muy tigresa -por no decir otra cosa- de astuta, les coló a los del festival unas clausulas en el contrato que no se las podía saltar ni un galgo, así que acabaron reculando y cancelando mi anunciada actuación.

Pero esta mañana mis pensamientos volaban más allá de esta sana costumbre mía. Hasta ahora apenas había tenido tiempo para analizar las consecuencias del cambio radical que mi vida había experimentado 48 horas atrás. Había muchos asuntos y responsabilidades de los cuales literalmente desaparecí, aunque Emyl estuviera ahí para sustituirme y por los que, según me garantizó, no tenía que preocuparme.

Uno de ellos, quizás el de mayor relevancia, era mi esposa. Las cosas como son, nos vemos poquito, porque ella anda rodando de un sitio a otro... Rodando peliculillas, quiero decir. Y yo con mi gira mundial pues lo mismo. Hasta tal punto nos cuesta coincidir que más de una vez me he visto solete en mi pisito parisino tan minimalista que tengo -con cuadros tirados por el suelo y estanterías petadas de mis photobooks concierteros- y me he planteado convertirlo en un picadero de jamelgas, que no solo hay fans barbudos entre mis seguidores. Pero luego me acuerdo de la que lié por culpa de aquel rollete con la asistenta de mi palacete y cómo se fue al carajo mi matrimonio con la Charlote. En fin, de todas formas mi señora se encuentra ahora promocionando una película nueva, "In Their Sleep", así que me temo que tardaremos un tiempo en pernoctar juntitos.

Con mis hijos no hay problema, porque cada cual va a su bola y solo se me arriman si hay concierto en sitios exóticos. La niña era más cansina y aparecía más de vez en cuando por los backstages, pero como le dije que ya era mayor para que tuviera que seguir dándole una paguita semanal ya se ha desligado un poco. El maguete no sale de Saint Tropez, y menos ahora con el buen tiempo y las fiestas de la Primavera a las que es asiduo. Y el otro, el más simplón, lo veo de higo a breva. Es muy secote él, como muy taciturno. Para mí que toma cosas raras con el Cola-Cao.

Y bueno, mi madre desde que se enganchó al rollo fitness y montó en su casita lionesa un gimnasio con máquinas de spinning, running y training se deja caer menos por mis giras. Con todo y con eso me prometió venir a alguno de los conciertos franceses, pero la convencí para que fuera más adelante, que estuviera yo más entrenado y metiera menos la gamba con los teclados y el arpa.

Aparte de todo esto sé que Emyl lo tiene todo bajo control. Se sabe todo sobre los músicos y el equipo de la gira porque tiene todos los dossiers de prensa y los programas de mano de las últimas giras. Dice que es como si los conociera de toda la vida, y que por eso no acaba de fiarse de dos de ellos: Dominic, del que dice que sabe más de lo que habla -y es que debe ser así, porque hablar habla poquísimo el jodío-, y el Zipy, el conductor de nuestro pedazo de autobús, porque según él estos profesionales acaban cogiendo mucho confianza y te sisan los mecheros o usan el cuarto de baño de los músicos cuando estamos ensayando. Ahí le voy a tener que dar la razón.

Así que visto el asunto con otra perspectiva parece que me he quitado un gran peso de encima. No solo cuanto con la protección y ayuda de Emyl, que de paso que me salva del ataque de los ultrafans me facilita estas vacaciones, sino que además las pocas responsabilidades personales que tenía no precisan de mi atención directa. Fantaaassstico....

Con este estado de ánimo pletórico, con las energías renovadas tras partirme la espalda durmiendo, decidí disfrutar de este nuevo día y disfrutar de una ciudad que me acogía y favorecía mi anonimato. Eso sí, hoy toca tirar de taxi, porque ayer me tiré tres horas caminando hasta la Plaza Real para encontrarme cerrado el bareto aquél de los bocatas de calamares y tener que acabar tomando unos Donuts en un Starbucks.

Por cierto, que no veas la cantidad de boquetes y obras que hay por toda Madrid. Y luego se quejaban en el Ayuntamiento porque yo quería cortar por una semana una avenida para dar un conciertete.

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