domingo, 4 de abril de 2010

Soldadito Espagnolo

La revelación que Emyl me hizo llegar vía onírica, gracias al contenido hipnótico del CD que Eugène me entregó, me había sumido en una profunda tristeza. Rumber, mi más cercano amigo y compañero de andanzas musicales, era el cerebro entre bambalinas de la conjura de los ultrafans. Éstos a su vez parece que tenían su base de operaciones precisamente en España, según las conjeturas de mi hermano gemelo cósmico, por lo que en cierto modo me encontraba en territorio enemigo hostil. Ignoraba su número exacto, aunque tenía fresca las caras de sus cabecillas principales. Pero todo eso daba lo mismo, me importaba un rábano. La idea que golpeaba mi cabeza como si fuera uno de mis platillos era la puñalá trapera que me había dado Rumber.

Salí de la habitación y del hotel sin apenas proponérmelo, como si con ello buscara escapar de la tristeza que me corroía. Nada más poner un pie en la calle una figura familiar vino a aparecer a mi lado.

- ¿Ya escuchó el CD, Maestro? Se ha tomado su tiempo, no diga que no...

Era Eugène, con su voz casi gutural que emergía de unos labios apenas móviles. Ignoro de dónde cojones había salido ni cuánto tiempo llevaba allí esperando mi salida, pero también eso me la traía al pairo, porque yo lo único que sentía era una tristeza la ostien de grande.

- Maestro, -dijo Eugène- el CD... ¿Qué le ha transmitido?.

- Pues... ¿Qué te digo, zagal?... Un sentimiento muy profundo, de lo duro que es a veces descubrir la verdad, -sin saberlo le estaba abriendo mi corazón a aquel extraño que me miraba ahora con ojos bien redondos como platos... o platillos- como si el puente entre dos mundos se rompiera y quedara hecho cachicos... Ah, y también tías, un buen puñao.

- ¿Tías?... -repitió en su asombro el joven del chaleco a rayas- Lo de los mundos y los sentimientos profundos como el Universo me encaja pero... ¿Ha dicho tías?.

- Y casi en bolas además. Oye, por cierto, ¿tú no tendrás por casualidad algún familiar en Francia que además coincida que es músico? -dije llevado por la curiosidad sobre su parecido con mi camarada de correrías musicales, el Juver-.

- ¿Yo? pues no... Aunque sí he estado por allí, precisamente con un buen grupo de fans españoles, para verle en concierto -argumentó Eugène encendiendo, sin saberlo, la llama de la curiosidad en mi-...

- ¿Fans españoles dices, criatura? Pero si aquí no me conoce ni el tato. Debes estar confundiéndote, serían polacos o ingleses, seguramente de ésos últimos -sentencié recordando a los anglos que me habían tocado en suerte por fans- que no paran de llamar a mi oficina de management preguntando chorraditas y polladas varias...

- Pero Maestro, cómo dice eso si en España hay un gran número de seguidores suyos -comenzó a explicar el chico- que van a sus conciertos allí donde los haya, compran todos sus discos e incluso se juntan cada año en una ciudad española distinta para rendirle homenaje...

Aquella información me dejó helado, ya que tanto mi equipo de management como mis road managers así como también los fans anglos aquellos siempre me habían dicho que los espagnolos solo tenía orejas para su flamenco y como mucho para Yani, por aquello del parecido de este país con Grecia. Por eso nunca me recomendaban venir a hacer conciertos por aquí. Ahora entiendo por qué en aquel que di en 1993 en Barcelona me abuchearon al ofrecerles un anexo flamencológico dentro de mi recital. Claro, porque en el fondo a los espagnolos no les gustan tanto sus rollos folclóricos. Por esa razón berreaban descontentos...

De repente resultaba que en aquel país al norte de África, que en el terruño vecino de la ma France, se encontraba un bastión de fieles seguidores recién descubierto por mí, de fans de los güenos que compran discos y entradas para conciertos. Esta noticia me hizo olvidar por un momento al amigo traidor y pensar que en esta guerra contaba con grandes aliados que, sin lugar a dudas, se unirían a mi lucha contra los ultrafans como auténticos soldados. Dirigí mi mirada al primero de ellos, al fiel Eugène que me miraba con una mirada un poco obtusa, como cuestionándose algo.

- Mi leal Eugène -dije en tono solemne- quiero que sepas que has sido llamado a una justa batalla. Oye dime, ¿en qué cosa trabajas?.

- Pues mire, Maestro, aunque lo mío es la música en realidad soy militar.

- No jodas -empecé a alucinar al ver que todas las piezas encajaban, empezando por la profesión de aquel mi primer fan espagnolo reconocido-. Pero ¿no eres un poco bajo para ser soldado de asalto?

- Ya estamos con la dichosa fracesita de "Star Wars" -contestó Eugène, armado de paciencia-... Pero ya que lo pregunta mis labores en el ejercito las realizo en una oficina.

- No importa, mi leal soldado -yo seguía preso de mi alucine y creciente fascinación ante los designios del Destino que ponía en mis manos un ejército de fans-, capitanearás a mis tropas para desenmascarar a los ultrafans y abortar su sucia conjura...

- Un ejército de fans -repitió Eugène-... Debe referirse a la comunidad internauta de fans españoles, sino otra cosa no se me ocurre... Si es así puedo indicarle como contactar con ellos ahora mismo. De hecho -entornó lo ojos como muestra de un profundo e intimo placer- no encuentro mejor ocasión que esta para volver a ese foro de encuentro...

-¿Una comunidad de fans espagnolos dices? -pregunté intrigado por estas cosas que para mi eran absolutas novedades- ¿Y dónde puedo ponerme en contacto con ellos?.

- Bueno, pues igual que yo: Desde un cyber, porque la verdad es que desde que me banearon no tengo otra forma de acceder...

- ¿Te expulsaron de su comunidad, dices, como a Asurancetúrix? -me interesé por ese detalle-.

- Bueno, podría valer el paralelismo -divagaba el chavalote-. Pero ahora me voy a tomar la revancha: Les voy a plantar delante al mismísimo Jarre. No les quedará más remedio que alabarme. Desearán poder comprar mis maquetas, pedirán a gritos unas buenas heliotropadas de las mías, me tratarán como invitado regio a sus anuales encuentros, me...

- ¡Chaval -corté en seco las elucubraciones del joven Eugène- que se te va la olla! Necesito tomar contacto de inmediato con mis fans. Llévame raudo y veloz a ese cyber, o lo que sea. Que por cierto, bien podríamos subir a mi habitación y conectarnos con mi portátil... Pero ya no me fio de nada, e incluso es posible que Rumber haya manipulado sus circuitos. Vete a saber si me coló algún software espía cuando hace unos meses me instaló el Ableton Live... Aparte que si subimos dos a la habitación el hotel me va a cobrar más -rematé-.

- Pues no se hable más, Maestro -dijo entusiasta el chico del jersey rayado-, vamos que le llevo ante sus tropas.

- Vayamos pues, ¿dónde tienes el coche -pregunté oteando los alrededores-, lo aparcaste por aquí cerca?.

- ¿Coche? Si no tengo ni carné de conducir... Pero tengo mi abono de transporte urbano -dijo mostrando orgulloso la acreditación-. ¿Nos vamos?

- ¡Adelante soldado -grité realmente exaltado y feliz por el giro que había dado mi suerte en los últimos minutos-, vayamos a pasar revista a mi ejercito de fans!.

Y así nos pusimos en marcha. Aun sabiéndome rodeado de traición y de personas que no me querían bien estaba decidido a llegar hasta el fin en mi misión de acabar con los planes de los ultrafans. Y para lograrlo contaba ahora con un nuevo aliado, Eugène, cuya presteza y sapiencia serían decisivas para localizar y movilizar a mis fieles fans.

- Y ahora dígame, Maestro -interrumpió mis pensamientos mi leal soldado-, ¿lo del rollito con la noruega aquel es cierto o no?...

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